domingo, 18 de agosto de 2013

#Elysium, una película culturalmente tóxica [SPOILER incluido, pero no te pierdes nada]

Hace un par de días volví a un cine de verano con unos amigos para quitarnos los calores de agosto y decidimos ir a ver Elysium (2013, guión y dirección del sudafricano Neill Blomkamp).

Se trata de una producción de efectos especiales de ciencia ficción y escenas de acción que no tienen nada que envidiar a cualquier otra producción hollywoodiense al uso. Eso sí, nada originales, todas referencias copiadas de clásicos anteriores de la ciencia ficción distópica como Mad Max, Robocop, Blade Runner, Soylent Green, Star Wars, 2001 Odisea en el espacio, etc. Quién tenga sólo ese horizonte de expectativas no se sentirá defraudado.

Para los que buscamos también mensajes, o esperamos arte narrativo o discursivo, la película deja mucho que desear, por simplista y manida en sus planteamientos narrativos llenos de lugares comunes y un enfoque ideológico bastante incoherente, pero no por ello menos peligroso.

La sinopsis se puede resumir en que a mediados del siglo XXII la Tierra está hecha un asco reseco, contaminado y superpoblado -al menos la parte que se muestra, que es la ciudad de Los Ángeles- y la clases privilegiadas viven en una especie de colonia-satélite que le da nombre a la película y que son una referencia a los Campos Elíseos de la mitología grecolatina.

El protagonista, interpretado por Matt Damon, es un chico criado en los suburbios chabolistas de Los Ángeles, niño de orfanato que sueña con llegar algún día a la estación espacial donde se promete la vida ociosa y ajena a la enfermedad gracias a unas máquinas que son capaces de realizar la regeneración celular y de tejidos sanos de cualquier persona enferma o que haya sufrido mutilaciones. Hay una chica, el amor de toda la vida, que ha sido madre soltera de una niña con leucemia y es enfermera, lo que propicia el reencuentro con el héroe con la excusa de un brazo roto en un encontronazo con un policía-robot y por un accidente laboral que lo somete a radioactividad.

El tiempo de vida se le acorta y recurre a una especie de banda de traficantes de personas que mandan naves de ilegales a Elysium para curarse en las máquinas descritas. La banda, que estéticamente parece una banda callejera de Latin-Kings o algo así, son también piratas informáticos y le proponen ayudarle a cambio del secuestro de un ciudadano de Elysium que tenga las claves de entrada a cuentas bancarias, códigos de acceso y otro tipo de información privilegiada.

La casualidad hace que el malvado elegido, un directivo de una empresa de robótica militar, Carlyle, sea cazado en el momento en el que no se sabe muy bien por qué se ha hecho con el "sistema operativo" que permite reprogramar el sistema entero de Elysium. Hay una banda de mercenarios que trabajan para la ministra de defensa de Elysium interpretada por Jodie Foster y al final, tras muchas escenas de acción y peleas, gracias a la fuerza sobre-humana que le da al protagonista un exoesqueleto robótico, consigue vencer a los malos y reempezar el sistema del satélite con la información extraída de la memoria robótica de Carlyle y que lleva el protagonista y conseguir darle sanidad gratis a la población de la Tierra. Por qué, para qué y cómo son preguntas sin respuesta, porque menos la chica y su hija todos los demás personajes mueren en las escenas de acción. El protagonista es una especie de Cristo redentor de los pobres que supuestamente muere por los demás.

La cantidad de incoherencias y de ideas panfletarias que incluye son innumerables. A ver si podemos hacer cuenta de varias, al menos las que más me han llamado la atención,  porque culturalmente es una película tóxica.

La primera es que la distopía de superpoblación es un contexto dado y no se explica por qué se ha producido. Una sociedad tan avanzada tecnológicamente que posea androides robóticos y que no tiene la posibilidad de una planificación familiar con anticonceptivos es un contrasentido. Un aumento de población y un avance tecnológico como es descrito llevaría a una mayor productividad y riqueza general. Comparado con el Nueva York de Soylent Green, ni siquiera se para a explicar la catástrofe ecológica que pudiera estar detrás de esta situación. Aunque digo yo que en una catástrofe ecológica de esta magnitud, lo que ocurriría sería un descenso de la población, no un aumento. Pero en fin. Comparado con el Los Ángeles de Blade Runner, esta ciudad no sufre de monzones asiáticos e inmigración del otro lado del Pacífico, sino más bien de una mexicanización del paisaje y del paisanaje.

A esta situación absurda y contradictoria de superpoblación, pobreza y desarrollo tecnológico, se suma un planteamiento bastante racista en un doble sentido. Siendo el grueso de la población de Los Ángeles futurista hispana o latina, el protagonista redentor de los pobres es un blanco rubio de ojos azules, Matt Damon -¿por qué no un latino de piel más oscura?- No se explica. Max da Costa, nombre portugués, ¿antecendentes genéticos de un brasileño-alemán en Los Ángeles? No queda claro qué hace un blanco perdido en una tierra de pieles oscuras. Por otro lado el mundo elitista de Elysium es un mundo de blancos que hablan francés (¿?) en donde aparecen algunos asiáticos, o mestizos de asiáticos de refilón, en papeles secundarios. No se explica por qué la gente fina de la estación orbital habla francés, cuando Francia es uno de los países más estatalizados y más estancados de la UE, con un programa espacial misérrimo. ¿Eurofobia? ¿Complejo de culpa de un director sudafricano de raza blanca en un país de mayoritariamente negro y con un pasado y presente lleno de conflictos racistas -antes contra negros, ahora contra blancos-? Por supuesto, los mercenarios fascistas son sudafricanos blancos, por lo que deducimos de la bandera en la nave espacial, porque del acento nada puedo decir -en España siguen con la maldita costumbre de doblar todas las películas comerciales-. No soy el único que opina que es un film que, en su antirracismo, cae en el racismo inverso, el odio al blanco, sobre todo si es propietario:


 

En su supuesto anticlasismo, es una película clasista, porque se opone a la propiedad privada que podría permitir prosperar a las clases depauperadas, que salen como masa desmoralizada, incapaz de valerse por sí misma como no sea para delinquir. Y finalmente la solución es que un héroe y sus compinches -no se sabe en qué momento los traficantes se convierten en una guerrilla comunista latinoamericana con referencias icónicas a los Castro, Che y Camilo Cienfuegos- una clase "con conciencia política" y supuestamente redentora, se haga con el control del sistema y lo cambie para el supuesto beneficio de una masa incapaz de valerse por sí misma. Que el dueño de una fábrica se llame Carlyle, como el historiador liberal inglés del siglo XIX, es otro golpe bajo, que sólo carga las tintas en la manida visión del empresario como explotador sin alma, partidario del darwinismo social más feroz. Nada se explica de por qué la gente vive en la marginación, sin otra alternativa al paro o al trabajo inhumano en la fábrica que la delincuencia. ¿Por qué no pueden emprender las masas populares? La violencia estatal, verdadera causante de la represión en el filme, sale impersonificada como autómatas. Como si el estado fuera una maquinaria averiada y no una casta de personas a cargo del monopolio de la violencia y sus prebendas.

Otra de las paradojas culturales de este filme es el rol de la mujer. Siguiendo el tópico medieval del caballero andante y la princesa en apuros, la mujer es incapaz de defenderse por sí misma, sobre todo en escenas que insinúan una violación inminente por el villano. El mensaje sigue siendo "sin un hombre que las proteja y defienda, las mujeres están indefensas". Las mujeres no pueden salir de su rol de madres, hermanas, hijas, mujeres que dan cuidados -monja de un orfanato, enfermera-, porque si salen de él sólo saben tomar champán en bikini en las fiestas de Elysium o son profesionales de éxito amargadas en su soledad en la cumbre -posiblemente porque no encontraron el amor y no tuvieron hijos- y que sólo les queda en la vida ambicionar más poder. Es el caso del personaje interpretado por Jodie Foster, de la que cuesta entender que haya podido aceptar este papel bastante ofensivo con las mujeres profesionales sin pareja o hijos. Claramente para el guionista una mujer así está en un lugar equivocado, porque fracasa en su capacidad de mantener bajo control el Ministerio de Defensa -se le cuelan inmigrantes, después sucumbe ante un golpista fascista y finalmente ante la revolución socialista-. El mensaje implícito es que si quieres mantener el poder en orden, no pongas a mujeres al cargo porque la terminan pifiando: primero maquinan fuera del sistema y acaban liándola. Luego no son capaces de controlar lo que empiezan. Un film que supuestamente tiene un discurso progresista en su antirracismo (racista), es tremendamente conservador en su discurso de género -sólo la testosterona domina o salva el mundo-. ¿Un dardo obamita contra Hilary Clinton? ¿Negritud vs feminismo? Ahí queda la película para que cada uno o una juzgue por si mismo o misma.

Porque además del guiño a la población latina de los EEUU -por la crítica a las políticas de inmigración restrictivas de la frontera estadounidense-, el discurso sanitario de la película es el de Obamacare gratis para todos. Nada se habla de porqué la sanidad en la Tierra está masificada y es insuficiente, ni cómo o quién va a pagar el coste de las máquinas que devolverán la salud a los "negritos" de la última escena de la película. Ni qué consecuencias tendría una política de regeneración celular automática en una Tierra superpoblada. La visión paternalista de asunto es bastante apestosa y es el punto de vista progre, bastante clasista en el fondo, que considera que los pobres son inútiles que no podrían sobrevivir sin la asistencia estatal o de un ente socialmente superior. Como también Percival Manglano ha visto, pareciera que curar a la gente fuese sólo una cuestión de voluntad política y que prescindiera de los médicos -el criterio profesional y económico no se tiene en cuenta en ningún momento-.

En resumen, es una película conservadora, retroprogre hasta cuando pretende ser progresista, un film supuestamente futurista que nada más salir ya está anticuado en su estética repetitiva, sus argumentos manidos, hasta reaccionarios, y su contenidos culturales tóxicos que sólo propone las soluciones fracasadas de siempre: más estatalismo, más asistencialismo, más gasto público.

Un discurso asistencialista/paternalista que como ya ridiculizaba Glutamato Ye-ye en los ochenta, se resume en afirmar que "todos los negritos tienen hambre y frío, tú pones tu granito que yo ya pondré el mío... sólo necesitan una mano amiga para caminar".






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